Hace cosa de dos meses, el padre Ángel se asomó a la puerta de la parroquia de San Antón y pensó: “Esto no puede ser”. Frente a él había una fila de unas doscientas personas aguardando por un bocadillo en la calle de Hortaleza. “Que pase esto en el siglo XXI es indigno”, se dijo a sí mismo el párroco de esa iglesia. Y con esas entró convencido de hacer algo. Llamó a Esther Collado, la directora de San Antón, y ese mismo día buscaron traspasos de locales.
Robin Hood tendrá un sistema mixto: por el día, funcionará como una cafetería normal. Con sus desayunos y sus menús a precio de mercado. Y por la tarde cerrará y se engalanará para dar de cenar —de lunes a domingo y a partir de las siete de la tarde— a personas vulnerables. Con la caja que se haga por el día, se financiarán esas cenas gratuitas. Aunque el menú será el mismo que se sirva a la hora de comer. No habrá diferencias entre ricos y pobres.
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